Pensaba yo que 2012: Doomsday, era un mal film que sería superado ampliamente por esta 2012 de Roland Emmerich (Soldado Universal, Independence Day, El Día de Mañana), pero me equivoqué. El susodicho supera a la versión de los chicos de The Asylum, pero sólo en el apartado técnico, pues el resultado final es un producto de dos horas y media donde lo único salvable son sus espléndidos FX, a pesar de que están al mismo nivel de majadería que el resto del film.
El guión de 2012 es el principal lastre que la película lleva consigo, gracias a una incompetencia alarmante que impide crear situaciones con un mínimo de sentido, a la vez que sazona la historia con diálogos de baratillo que no pegan ni con cola con lo que se nos pretende narrar y se olvida de su interesante premisa a los pocos minutos de metraje Además, el trazado de los personajes tampoco es que sea un alarde de innovación, dado que se venden miserablemente a los más trillados tópicos, por lo que la película funciona sólo en el caso de que aceptemos que somos testigos de lo idiota en su expresión máxima. Montones de escenas no sirven más que para provocar la risa histérica en el espectador, aterrado ante la imbecilidad de lo que está viendo, gracias a que los responsables de este mastodóntico bodrio no tienen muy claro el concepto de espectacularidad. Sólo nos queda disfrutar de la apoteósica destrucción del mundo, ya que un concepto tan importante como es un buen guión se pierde totalmente en el afán de mostrarlo todo de la manera más exagerada posible. Cierto es que el cine de Emmerich tiene de todo menos lógica, ya que si nos acordamos de determinados momentos de Independence Day, podemos echarnos las manos a la cabeza (y eso que aquella cinta me gustó), pero con esta película he alcanzado mi límite, y existen niveles de majadería que me resisto a aceptar, especialmente si incluyen escenas con el típico niño ostiable.
2012 podría definirse como el típico producto millonario con pretensiones a las que no se puede ni acercar, un mero ejemplo de anti-cine palomitero completamente vacío e incluso insultante, preparado para que los espectadores acudan en masa a la sala de cine y salgan de ella con un sentimiento contrario a lo que su director pretendía lograr. Y es que no vale para nada tener a un buen puñado de competentes actores entre los que están John Cusack o Danny Glover si no se saca más partido a los personajes que interpretan, y si la historia que se nos cuenta es tan abrumadoramente imbécil.
La duración de 2012 es otro punto a tener en cuenta: es excesiva, y aunque al menos la cinta tenga la decencia de lo aburrir, dicha virtud sólo es debida a su capacidad para producir vergüenza ajena. ¿Qué más queda? Pues poco, muy poco, por lo que esta nueva entrega de cine catastrofista puede ser considerada como un blockbuster muy poco recomendable con dosis muy limitadas de cine que ofrece lo que muchas películas ofrecen hoy día: una visita al cine cuya única consecuencia es la pérdida innecesaria y dolorosa de casi ocho euros.
En resumidas cuentas, la nueva película de Roland Emmerich es un paquete de espectaculares efectos especiales puestos al servicio de la nulidad cinematográfica más atronadora.
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